ECONOMIA
Inflación

¿Por qué se ha disparado el IPC a pesar de las medidas contra la crisis energética?

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La escalada de precios ha terminado por absorber todos los descuentos y bonificaciones del Ejecutivo

Gasolinera en la calle Alberto Aguilera, en Madrid.
Gasolinera en la calle Alberto Aguilera, en Madrid.Bernardo Díaz

El IPC subió en junio un 10,2%, un nivel no visto desde 1985 y lo hace en un año en el que ya se registró otro aumento cercano al 10% en marzo, cuando creció un 9,8%. Todo ello se enmarca en un contexto de varias crisis que se apilan una sobre otra y que, además, se vieron agravadas por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Las medidas del Gobierno para paliar sus efectos -algunas de ellas, anteriores a la guerra- han resultado insuficientes para frenar la inflación.

¿Por qué influye tanto la crisis energética en el IPC?

Por dos motivos. En primer lugar, porque el propio precio de los productos energéticos entra dentro de los bienes que mide el índice de precios al consumo. Al sacar estos -también los alimentos frescos; ambos, por su volatilidad- de la ecuación se obtiene la inflación subyacente, que en este caso estaría también en cifras récord: 5,5%. Se trata de la tasa más alta en casi 30 años.

Por otro lado, que aumente el precio de la energía aumenta el precio de la vida y encarece la producción y distribución de cualquier otro producto. En este caso, la crisis energética afecta tanto a la electricidad como a los carburantes y al gas. Es decir, no hay industria o puesto de trabajo que no se vea afectado por ella, aunque sea de manera tangencial. Esto se termina trasladando a los precios finales que mide el IPC.

¿Han afectado otros eventos?

Sí, varios. Para empezar, la crisis sanitaria que paralizó el mundo y frenó las economías de todo el planeta. Después, la vuelta a la normalidad, aunque con restricciones, fue muy acelerada y la cadena de suministros no estaba preparada para reiniciar la actividad a ese ritmo, lo que, unido al frenazo anterior, provocó una crisis de suministros y materias primas que todavía colea, especialmente en lo que respecta a los semiconductores. No obstante, se dispararon los precios de muchos otros bienes y materiales, como madera, vidrio o metales.

De hecho, la luz ya estaba tensionada meses antes de la guerra, en gran parte por el alto precio del gas. Cuando el Gobierno aprobó su primer paquete de medidas, a mediados de septiembre de 2021, el último mes había cerrado con el megavatio hora a 105,94 euros en el mercado mayorista, una cifra entonces nunca vista. Septiembre terminaría en 156,14 euros y la electricidad siguió subiendo varios meses. Ahora se ha frenado ligeramente (169,62 el MWh en junio, sin contar con la bonificación a las centrales de ciclo combinado tras el tope al gas), pero sigue disparada.

¿Entra el descuento al carburante en el cálculo del IPC?

Sí, y esto evita que el indicador esté más alto. El INE mide el precio del combustible una vez que se ha aplicado la bonificación de 20 céntimos por litro, no el precio que aparece en el surtidor. La medida, que se aprobó en abril e iba a estar en vigor tres meses, se mantendrá hasta el 31 de diciembre.

Sin embargo, la escalada de precios ya ha terminado por fagocitar el descuento. Desde enero, el precio de la gasolina ha crecido un 30% y el del gasóleo ha subido aún más, un 54%. Los aumentos -de 66 y 73 céntimos, según el boletín petrolero de la Unión Europea- triplican la bonificación del Gobierno, que llegó cuando el litro de carburante rondaba 1,8 euros y ahora ya se ha asentado por encima de los dos euros y el sector no descarta que continúe escalando.

A esto hay que unir que la medida es universal, algo que critican incluso voces dentro del propio Gobierno, además de la Comisión Europea o el FMI. Hay diversos estudios que vinculan el nivel de renta con el consumo de carburante, por lo que los colectivos más afectados por la crisis se estarían beneficiando menos del descuento que las rentas altas.

¿Por qué sube tanto la gasolina aunque el petróleo no lo haga?

Principalmente, por el proceso de refinado. Actualmente hay un enorme cuello de botella en las refinerías, porque los petróleos de diferente calidad y origen requieren procesos distintos y no todas se pueden adaptar de uno a otro. Con las sanciones a Rusia y el cierre de ese grifo ha sido necesario recurrir a otros países productores de petróleo -que, en cualquier caso, fijan los precios de este mercado- y las plantas preparadas para el crudo ruso no han podido asumir esa carga. Así, hay mayor demanda y menor oferta, por lo que el precio del carburante, que cotiza en mercados diferentes- ha subido. España, al menos, cuenta con refinerías versátiles, por lo que desde el sector garantizan el suministro, si bien la gasolina y el gasóleo seguirán caros mientras dure esta situación.

¿No ha frenado los precios de la electricidad el tope al gas?

Algo, pero menos de lo previsto por el Gobierno. La diferencia fue especialmente significativa en los primeros días de aplicación de la excepción ibérica, cuando se juntaron una ola de calor y una baja producción de energía eólica que hicieron que fuese necesario recurrir más de lo normal a las centrales de gas para generar electricidad. Así, una vez que se descontaba la bonificación a estas centrales, la reducción estaba en torno al 9%, no el 15% o el 20% que esperaba el Ejecutivo.

¿Qué ocurre con la rebaja del IVA de la luz?

Aún es pronto para valorarla, pero es una medida que también tiene varios asteriscos y se ve como excepcional. Paolo Gentiloni, responsable de asuntos económicos de la Comisión Europea, ya avisó hace unas semanas de que los beneficios de esta rebaja son "inciertos" y que estas rebajas tradicionalmente tienen "mal historial a la hora de traducirse en precios más bajos para los consumidores". Según explicó Gentiloni en una carta a los ministros de Economía, el descuento puede ser compensado "por aumentos de tarifas por parte de los suministradores de energía".

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