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La mejor serie de la semana: 'Westworld', el lío más bonito del mundo

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«Lo que tú llamas amor fue inventado por alguien como yo para vender medias de nailon». Esta frase magnífica la pronuncia el Don Draper de Mad Men. Un hombre que vive de y en una mentira. Un tipo, literalmente, hecho a sí mismo. Un mentiroso y un vendedor que le dice a la mujer con la que cena que el amor no es más que un eslogan publicitario. Pero si ni el amor es verdad, ¿qué lo es?

Esa pregunta también planea sobre Westworld, una de las ficciones televisivas más ambiciosas de la historia. Concebida como recambio de Juego de tronos en HBO, la serie de ciencia ficción de Jonathan Nolan y Lisa Joy es una carísima superproducción a la que el concepto «delirios de grandeza» se le queda corto, pues trata precisamente de eso, de un mundo en el que los herederos de Don Draper encuentran la manera de poderlo inventar todo. Westworld habla de jugar a ser dios porque hay una tecnología que lo hace posible.

Ambientada en un futuro no muy distante, la serie de Nolan y Joy comenzó adaptando la Westworld de 1973, película de culto escrita y dirigida por Michael Crichton. Su premisa era sencillísima: la existencia de un parque temático en el que se recrea, a través de decorados perfectos y androides indistinguibles de seres humanos, el salvaje Oeste. Al parque acuden hombres a vivir su fantasía wild wild west. Esa fantasía incluye, por ejemplo, matar al granjero y violar a su hija. Pero esa hija, Dolores, aunque sea un robot, tiene un nombre. Y algo parecido a un alma. También tiene Dolores, y ahí es donde la serie empieza de verdad, algo mucho más peligroso: un plan.

Entonces Westworld se complica. Hasta extremos a veces inmanejables. La serie expande sus narrativas y sus ambiciones a una velocidad endiablada, obligando a sus espectadores a seguirla con la lengua fuera. Es una experiencia agotadora, pero tremendamente gratificante. Pocas series recompensan más a sus seguidores. Y pocas son más difíciles de explicar a quién no las ve: su trama es complejísima, sus reglas de funcionamiento interno son permanentemente cuestionadas y, por si todo eso fuera poco, Nolan y Joy no se cortan a la hora de añadirle elementos de thriller clásico. Giros y trucos, algunos bastante tramposos, que convierten ver Westworld en casi un trabajo. El mejor trabajo del mundo sin duda.

Evan Rachel Wood y Ed Harris en el estreno de la cuarta temporada.
Evan Rachel Wood y Ed Harris en el estreno de la cuarta temporada.KENA BETANCURAFP

La serie estrena esta semana su cuarta temporada. En ella sigue añadiendo capas y capas a su barroquísima propuesta. Hace tiempo que Evan Rachel Wood no es sólo Dolores y ya no sabemos quién controla a quién. Es todo un lío, el lío más laberíntico, prodigioso y bonito del mundo. Las reflexiones de Westworld sobre el libre albedrío, el capitalismo, la realidad y la ficción están en permanente huida adelante. Sin embargo, rara vez se tropiezan. Y jamás le escatiman al espectador imágenes de una belleza jamás vista en televisión. Ahí lo de ser la heredera de Juego de tronos se le queda corto a esta serie. Westworld es difícil, bellísima e inabarcable. Y, como Dolores, tiene un plan.

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